DIOS SE OCUPA DE LOS SUYOS

Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan… y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?… Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan… Si así viste Dios la hierba… ¿cuánto más a vosotros? Lucas 12:24-28.

El gran Dios creador se ocupa de los suyos.


¡Cuán grande y digno de adoración es Dios! Ningún detalle de nuestra vida le es indiferente. Él, quien creó el cielo y la tierra por medio de su palabra, “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3), también se ocupa de las necesidades cotidianas de sus hijos. ¡Hasta nuestros cabellos están contados! (Mateo 10:29-30). A nosotros hay cosas que nos parecen más importantes y otras menos, porque las medimos con nuestras facultades limitadas. Pero el Todopoderoso, quien formó las galaxias del Universo, “da a la bestia su mantenimiento, y a los hijos de los cuervos que claman” (Salmo 147:9). A todos los que creen en Jesucristo, él se da a conocer como Padre. Nos invita a confiar en él en todas las cosas, incluso en las que pensamos que podemos hacer sin él.


Aprendamos a reconocer el interés y la atención que Dios nos presta en todas nuestras situaciones; así podremos ver actuar, sea inmediatamente o más tarde, la mano de un Padre sabio, todopoderoso y amante. A cada paso discerniremos el bien que su presencia y su intervención aportan. Eso nos llevará a confiar cada vez más en él y a exponerle continuamente nuestras peticiones, grandes o pequeñas, con acciones de gracias (Filipenses 4:6). Así aprendemos a echar sobre él todas nuestras preocupaciones, comprobando día tras día su protección y amor (1 Pedro 5:7).

DIOS PUEDE HACER MILAGROS


Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti.  Job 42:2

¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos? Hechos 26:8

DIOS PUEDE HACER MILAGROS

En 1937 el físico alemán Max Planck se atrevió a declarar: "la fe en los milagros debe dar paso al constante e irreversible avance de las fuerzas de la ciencia". Hoy la historia se repite y mucha gente opina lo mismo, piensa que si alguien cree en Dios y los milagros es porque no conoce suficientemente las leyes de la naturaleza.

Pero lo cierto es lo contrario: los primeros cristianos sabían muy bien que cuando un hombre muere no vuelve a la vida, pues conocían la ley natural de la muerte biológica. Pero al ver y oír a Jesucristo resucitado, presenciaron el milagro fundamental del cristianismo.

Afirmar que hay un Dios es lógico. Los avances de las investigaciones científicas destacan cada vez más la extraordinaria y admirable complejidad de lo que existe. Todo eso tiene necesariamente un Creador, el único que posee los secretos de su coherencia (Romanos 1:20). Y si hay un Dios que creó todo, es decir, la materia, la razón, el tiempo, el espacio y todas las leyes de la naturaleza, los milagros son posibles. Dios es libre de intervenir en su creación. Lo hace por medio de las leyes de la naturaleza y, de forma excepcional, mediante milagros. Todo está sometido a su autoridad. Los Evangelios relatan muchas pruebas de esto.

¿Sabe usted cuál es el mayor milagro? El amor. Jesucristo amó tanto a los hombres que murió en la cruz para salvar de la muerte y de la perdición a todos los que en él creen. Pero resucitó y vive para siempre.

Lectura: Romanos 1:20-25