UNA CONCIENCIA LIMPIA

Una conciencia limpia

4/30/2014

¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? (Hebreos 9:14)

Nuestra seguridad en Cristo resulta de “la aspiración de una buena conciencia hacia Dios” (1 P. 3:21). La palabra griega para “aspiración” se refiere a un compromiso, en este caso estando de acuerdo en cumplir ciertas buenas condiciones exigidas por Dios antes de ser puesto en el arca de seguridad (Cristo).

A las personas no regeneradas las condenan su conciencia. Alguien que pide a Dios una buena conciencia está hastiado de su pecado y desea ser liberado de la carga de culpabilidad que lleva. Tiene un temor agobiante del juicio venidero y sabe que solo Dios puede librarlo. Él desea la limpieza que se efectúa mediante la sangre de Cristo (cp. He. 10:22). Así que se arrepiente de su pecado y pide perdón.

Cuando Cristo sufrió en la cruz, el infierno lanzó toda su furia contra Él, y los impíos desahogaron su odio contra Él. Pero a través de ese sufrimiento Él sirvió como arca de seguridad para los redimidos de todas las épocas. Y como triunfalmente dio salvación mediante su sufrimiento, estamos seguros en Él.

SEGURIDAD EN CRISTO

Seguridad en Cristo

4/29/2014 
                          
El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo. (1 Pedro 3:21)
 
Así como el diluvio ahogó a todo el mundo menos a unos pocos en el juicio de Dios, así caerá sobre todos el juicio final. Pero los que están en Jesucristo pasaran por el juicio estando seguros. Estar en Cristo es como estar en el arca: “Navegamos seguros en medio de las tempestades del juicio”.
 
El bautismo al que Pedro se refiere en el versículo de hoy está calificado por la declaración “no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios”. El único bautismo que salva a una persona es el de la muerte y la resurrección de Jesucristo. Los creyentes mueren y son sepultados con Cristo debido a su unión con Él, y salen después al nuevo mundo de su resurrección.
 
El arca de Noé fue como una tumba; quienes estaban en ella murieron a su viejo mundo cuando entraron. Cuando salieron de ella, experimentaron algo parecido a una resurrección al entrar en un mundo nuevo. Eso, nos dice Pedro, es semejante a la experiencia de todo cristiano: espiritualmente entramos en Cristo y morimos al mundo del que vinimos, y un día resucitaremos a un mundo nuevo y a una vida nueva.
 
DE CIERTO VEN A CRISTO, Y NUEVA CRIATURA SERÁS 2 CORINTIOS 5:17

PROCLAMACIÓN DE LA VICTORIA

Proclamación de la victoria

4/26/2014                            

Fue y predicó a los espíritus encarcelados. (1 Pedro 3:19)
 
Cristo fue a predicar un triunfante sermón antes de su resurrección el domingo por la mañana. El verbo “predicó” en el versículo de hoy se refiere a hacer una proclamación o anunciar un triunfo. En los tiempos antiguos, un heraldo iba delante de generales y reyes en la celebración de victorias militares, anunciando a todos las victorias que se ganaron en la batalla.
 
Eso fue a hacer Jesucristo; no a predicar el evangelio, sino a anunciar su triunfo sobre el pecado, la muerte, el infierno, los demonios y Satanás. No fue a ganar almas, sino a proclamar la victoria sobre el enemigo. A pesar del injusto sufrimiento al que lo sometieron, Él pudo anunciar la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte para usted y para mí.
 
Venga libremente a Cristo, Él es el único que puede liberarle de la condenación, el pecado y la esclavitud, su cruz no fue una derrota, era la vía para la victoria. Ahora todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.

NUESTRO SALVADOR RESUCITADO

Nuestro Salvador resucitado

25 de abril de 2014
La vida, la muerte y la resurrección de Jesús constituyen la base de nuestra fe. La Biblia nos dice que Jesús vivió sin cometer pecado. Como el Cordero de Dios inmaculado, Él fue voluntariamente a la cruz y se sacrificó por nosotros (1 P 1.18, 19). Cristo llevó nuestros pecados y sufrió nuestro castigo para que pudiéramos ser reconciliados con Dios.

La muerte del Salvador fue aceptada por el Padre celestial como el pago total por nuestros pecados, y despejó el camino para que podamos estar en paz con Él (Ro 5.1). Tres días después de la crucifixión, Jesús fue levantado de la muerte a la vida. El Cristo resucitado había vencido la tumba. Ascendió victoriosamente al cielo y ahora está sentado a la diestra del Padre.

La muerte y la resurrección de Cristo ilustran lo que sucedió en el momento que fuimos salvos. Al reconocernos como pecadores que no podían pagar sus transgresiones, expresamos fe en nuestro Salvador. Entonces, “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él” (Ro 6.6), y renacimos espiritualmente. Por su sacrificio, fuimos perdonados, reconciliados con Dios y adoptados en su familia.

Pablo enfatizó la importancia de la resurrección, pues, de no haber sido cierta, nuestra fe sería vana.
El Cristo resucitado apareció a muchas personas. Dejó que Tomás lo tocara para  que supiera que estaba vivo. Después que el Señor ascendió al cielo, el Padre envió a su Espíritu Santo a morar en los creyentes y a dar testimonio de la verdad de la resurrección. Nuestra fe está basada en el fundamento seguro de un Salvador resucitado.

UNA VERDADERA MUERTE

Una verdadera muerte

4/24/2014                            

Siendo a la verdad muerto en la carne. (1 Pedro 3:18)
 
El versículo de hoy indica que terminó la vida física de Jesucristo. Algunos niegan la resurrección de Cristo de los muertos afirmando que nunca murió, sino que se desmayó. Presuntamente se reanimó con la frialdad del sepulcro, se levantó y salió caminando. Pero Pedro es claro: “Jesús murió como la víctima de un asesinato jurídico”.
 
Los romanos que ejecutaron a Cristo se cercioraron de que estaba muerto. Quebraron las piernas de los ladrones crucificados junto a Él a fin de apresurarles la muerte. (Un crucificado podía atrasar la muerte mientras pudiera levantarse sobre sus piernas.) Sin embargo, no se preocuparon por quebrar las piernas de Cristo porque pudieron ver que ya estaba muerto. Para comprobar su muerte, le abrieron el costado con una lanza, del que salió sangre y agua; solo sangre, no agua, habría salido si Jesús hubiera estado vivo (Jn. 19:31-37). Sin duda, Cristo estaba muerto. Y eso significa que su resurrección fue verdadera.
 
Recuerde que su muerte tuvo un verdadero propósito, nuestra salvación.

LLEVADOS A CRISTO

Llevados a Cristo
4/23/2014                            
Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. (Juan 6:44)
 
Jesucristo es el que presenta a los hombres y a las mujeres a Dios. Aquellos a quienes Él lleva a la presencia del Padre todos tienen repugnancia de su pecado, deseo de ser perdonados y anhelo de conocer a Dios. Esas actitudes son la obra de Dios al llevarnos a Cristo. De modo que una respuesta al mensaje del evangelio comienza con un cambio de actitud hacia el pecado y hacia Dios.
 
Más allá de ese cambio inicial en la actitud está la transformación efectuada en cada creyente en el momento de la salvación. Cristo no murió solamente para pagar el castigo del pecado: murió para transformarnos.
 
Abandonado por casi todos sus discípulos, Cristo sufría en las tinieblas y la agonía de la cruz mientras clamaba: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46). Esos fueron momentos en los que Jesús sintió gran rechazo y hostilidad. Pero por esas mismas circunstancias Cristo triunfó al expiar por el pecado y proporcionar una manera de que hombres y mujeres sean presentados a Dios y transformados. Era un triunfo que Él mismo pronto proclamaría (1 P. 3:19-20).

SUFRIMIENTO CON PROPÓSITO

Sufrimiento con propósito

4/22/2014 

Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre. (Hebreos 6:20)

El propósito de Cristo al llevar nuestros pecados en la cruz y soportar las tinieblas de la muerte fue abrir el camino hacia Dios. El apóstol Pedro dijo que Cristo murió “para llevarnos a Dios” (1 P. 3:18). Dios mostró simbólicamente esa verdad al rasgar el velo del templo de arriba abajo, abriendo el lugar santísimo al acceso inmediato de todos los adoradores (Mt. 27:51). Como sacerdotes, todos los creyentes pueden entrar a la presencia de Dios (1 P. 2:9; He. 4:16).

El verbo griego traducido como “pueda llevarnos” (1 P. 3:18) expresa el propósito de la obra de Jesús. Se empleaba a menudo el verbo cuando se estaba presentando a alguien. La forma nominal de la palabra se refiere al que hace la presentación. En la época de Cristo, los funcionarios de las cortes antiguas controlaban el acceso al rey. Una vez que estaban convencidos del derecho de ese acceso de una persona, el funcionario llevaba a esa persona a la presencia del rey. Y esa es precisamente la función que Jesucristo desempeña por nosotros ahora. Como Él dijo: “Nadie llega al Padre sino por mí” (Jn. 14:6). Él vino para llevarnos a la presencia del Padre.