DIOS PUEDE HACER MILAGROS II.
No podemos encajonar a
Dios. Él muestra al mundo su poder sobrenatural según su propia voluntad, no la nuestra, y a veces
de una manera que no parece milagrosa.
En la película basada
en la novela The robe (la Túnica), Un Centurión romano llamado Marcellus se quedó
perplejo mientras miraba a una mujer paralítica tocando la lira y cantando
alabanzas a Dios. Le dijeron que cuando ella tenía 15 años se había quedado
paralítica y que eso la había amargado mucho. Sin embargo, cuando conoció a
Cristo, fue transformada en una mujer llena de gozo. “Pero todavía no puede
caminar” - protestó Maecellus enojado-. Si Jesús tiene un poder tan grande, ¿por
qué no la curó? -¡La curó!- fue la respuesta.
Un discípulo de nuestros días llamado Miguel
tiene un testimonio similar. Aunque está paralítico y confinado a una silla de
ruedas, viaja por todo el mundo en el poder vigorizador de Cristo y para su
causa. Siempre que la gente le pregunta por qué Dios no lo ha sanado, él contesta:
“Estoy curado, ¡es sólo que no puedo caminar!”
En el pasado, Dios
autenticó a sus mensajeros con señales, maravillas, milagros y dones del
Espíritu Santo (Heb 2:4). Hoy, la mayor
demostración del poder de Dios es el milagro del nuevo nacimiento y las vidas
transformadas. ¿El mundo que nos observa, ve en nosotros que Dios obra milagros?
Hoy la tendencia es
ver qué hace Jesús fuera de la persona, pero la obra más grande de Cristo se
encuentra en tu corazón, allí ocurre el más grande milagro. ¡Dios hace
milagros! Que no quepa duda.
CUANDO JESÚS PRODUCE EN TI UNA
DIFERENCIA, TÚ PRODUCES UNA DIFERENCIA EN EL MUNDO.