"El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano." Salmo 92: 12.
Estos árboles no están apoyados en una espaldera ni son podados por el hombre: las palmeras y los cedros son "árboles de Jehová", y es debido a Su cuidado que florecen; lo mismo ocurre con los santos del Señor, pues él los cuida especialmente. Estos árboles están siempre verdes y son objetos hermosos en todas las estaciones del año. Los creyentes no son santos algunas veces y algunas veces impíos: ellos permanecen en la belleza del Señor bajo todos los climas. Estos árboles llaman la atención en todas partes: nadie podría contemplar un paisaje en el que hubieren palmeras o cedros sin que su atención se fijara en estas alturas reales. Los seguidores de Jesús son observados por todos los observadores: como una ciudad asentada sobre un monte, no se pueden esconder.
El hijo de Dios florece como una palmera que empuja toda su potencia hacia arriba, en una columna erecta sin una sola rama. Es un pilar con un glorioso capitel. No crece hacia la derecha ni hacia la izquierda, sino que envía toda su fuerza hacia el cielo, y da su fruto tan cerca del cielo como sea posible. Señor, cumple este tipo en mí.
El cedro enfrenta todas las tormentas, y crece cerca de las nieves eternas, y el propio Señor lo llena con una savia que conserva su corazón cálido y sus ramas son fuertes. Señor, que así sea conmigo, te lo ruego. Amén.