Números 23:9

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"He aquí un pueblo que habitará confiado, y no será contado entre las naciones." Números 23: 9.

¿Quién querría habitar entre las naciones, y ser contado entre ellas? Vamos, inclusive la iglesia profesante es de naturaleza tal, que resulta sumamente difícil seguir plenamente al Señor dentro de su seno. Hay tal mezcla e influencia que uno suspira con frecuencia anhelando "una cabaña en algún vasto desierto."

Es muy cierto que el Señor quiere que Su pueblo siga un camino de separación con relación al mundo, y que salga decidida y claramente de él. Somos apartados por el decreto, la compra, y el llamado divinos, y nuestra experiencia interior nos ha conducido a diferir grandemente de los hombres del mundo; y por eso, nuestro lugar no está en su Feria de las Vanidades, ni en la Ciudad de la Destrucción, sino en el camino angosto por el que todos los verdaderos peregrinos deben seguir a su Señor.

Esto no sólo debe reconciliarnos con los escarnios y los desprecios del mundo, sino conducirnos a aceptarlos con placer, como parte de nuestra porción del pacto. Nuestro nombres no están registrados en el mismo libro, no provenimos de la misma simiente, no estamos ligados al mismo lugar, ni estamos confiando en el mismo guía, por tanto, está bien que no seamos contados con ellos. Basta con que estemos en el número de los redimidos, y estaremos contentos de ser extravagantes y solitarios hasta el fin del capítulo.

JUECES 13:23

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"Si Jehová nos quisiera matar, no aceptaría de nuestras manos el holocausto y la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas, ni ahora nos habría anunciado esto." Jueces 13: 23.

Este es un tipo de promesa deducida por lógica. Es una inferencia extraída válidamente de hechos comprobables. No era probable que el Señor hubiera revelado a Manoa y a su mujer que les nacería un hijo, y sin embargo, que tuviera en Su corazón el propósito de destruirlos. La mujer razonó bien, y haríamos bien si siguiéramos su línea de argumentación.

El Padre ha aceptado el grandioso sacrificio del Calvario, y ha declarado que está muy complacido con él; ¿cómo podría tener ahora la intención de matarnos? ¿Por qué existiría la necesidad de un Sustituto si el pecador debe morir? El sacrificio aceptado de Jesús pone un fin al temor.

El Señor nos ha mostrado nuestra elección, nuestra adopción, nuestra unión con Cristo, nuestras bodas con el Amado: ¿cómo podría destruirnos ahora? Las promesas están cargadas de bendiciones que exigen que seamos preservados para vida eterna. No es posible que el Señor nos deseche, y sin embargo, que cumpla con Su pacto. El pasado nos asegura, y el futuro nos reasegura. No moriremos, sino que viviremos; pues hemos visto a Jesús, y en Él hemos visto al Padre por medio de la iluminación del Espíritu Santo. Por causa de esta mirada que genera vida, hemos de vivir para siempre.

SALMO 92:12

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"El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano." Salmo 92: 12.

Estos árboles no están apoyados en una espaldera ni son podados por el hombre: las palmeras y los cedros son "árboles de Jehová", y es debido a Su cuidado que florecen; lo mismo ocurre con los santos del Señor, pues él los cuida especialmente. Estos árboles están siempre verdes y son objetos hermosos en todas las estaciones del año. Los creyentes no son santos algunas veces y algunas veces impíos: ellos permanecen en la belleza del Señor bajo todos los climas. Estos árboles llaman la atención en todas partes: nadie podría contemplar un paisaje en el que hubieren palmeras o cedros sin que su atención se fijara en estas alturas reales. Los seguidores de Jesús son observados por todos los observadores: como una ciudad asentada sobre un monte, no se pueden esconder. 

El hijo de Dios florece como una palmera que empuja toda su potencia hacia arriba, en una columna erecta sin una sola rama. Es un pilar con un glorioso capitel. No crece hacia la derecha ni hacia la izquierda, sino que envía toda su fuerza hacia el cielo, y da su fruto tan cerca del cielo como sea posible. Señor, cumple este tipo en mí.

El cedro enfrenta todas las tormentas, y crece cerca de las nieves eternas, y el propio Señor lo llena con una savia que conserva su corazón cálido y sus ramas son fuertes. Señor, que así sea conmigo, te lo ruego. Amén.