UN LIBRO DIFERENTE A LOS DEMÁS


Este libro… de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Josué 1:8

Un libro diferente a los demás

Para muchos la Biblia es considerada como un libro cualquiera, y si a veces se reconoce su valor, será colocada, en el mejor de los casos, al mismo nivel que las grandes obras de literatura o de filosofía. Sin embargo, en la Biblia hay múltiples declaraciones especiales desde sus primeras líneas. Ella enumera, con una autoridad, exactitud y oportunidad divinas, las acciones creadoras del Dios único, soberano, infinitamente poderoso y maravillosamente grande. Sí, es especial y mucho más que eso: es única, porque muestra lo que hay en el corazón del hombre.

Permítame que le cuente qué es lo que más me llama la atención en la Biblia: Ese Dios que creó todo descendió un día a la tierra en la persona de Jesucristo. Jesús “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38). Los que lo escuchaban “estaban maravillados de las palabras de gracia” que pronunciaba (Lucas 4:22); y aún más: se dejó clavar en una cruz como un malhechor.

¿Por qué lo hizo? Porque nos amaba. Sin su muerte no tendríamos acceso al cielo, a la presencia de Dios, porque aún estaríamos en nuestros pecados.
No diga que la Biblia es un libro cualquiera, o sencillamente especial. No siga diciendo que no ha sido escrita para usted. ¡Atrévase a leer, oír y escuchar lo que Dios le dice personalmente!

Lectura: Ezequiel 11 – Hechos 20:1-16 – Salmos 33:16-22 – Proverbios 11: 21-22

LA BIBLIA EXPUESTA



La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Romanos 10:17

La Biblia expuesta

Al convertirse, una anciana analfabeta recibió muy gozosa una Biblia. Vivía en un pueblecito y su mayor deseo era que sus familiares y vecinos fuesen salvos mediante la fe en Jesús. Entonces se le ocurrió la idea de abrir su Biblia y colocarla encima de una mesita en frente de la puerta de su casa, para que todos los que la visitaban tuviesen por lo menos la oportunidad de leer unos versículos. La anciana oraba por todos los que pasaban, pero en especial por su marido, que era muy idólatra.

Un día, al regresar del campo, la anciana vio que la Biblia había desaparecido. Continuó orando por los que hasta ahí la habían leído, pero sobre todo por el que la había robado. Su marido, que siempre se burlaba de ella y de la Biblia, se alegró de que se la hubiesen robado.

Años después el hombre enfermó gravemente, pero días antes de morir reconoció que la Biblia era la Palabra de Dios para salvación de todos los pecadores. Se dio cuenta de que la fe que había depositado en sus falsos dioses no le daba ninguna esperanza de ser salvo. Entonces, convencido de su estado de perdición, pidió a su mujer que invitara a algunos creyentes a acudir a su lecho de muerte para que le hablasen de Jesús. Ellos con gozo fueron testigos de su conversión a Cristo. Algunos días después de haber aceptado al Señor como su salvador, se fue a la presencia del Señor.

En su viudez, la anciana volvió a exponer una Biblia en la humilde mesita, convencida de que su marido había llegado a ser salvo por haber leído y escuchado la Palabra de Dios.

Lectura: Ezequiel 10 – Hechos 19:23-41 – Salmos 33:10-15 – Proverbios: 19-20

SU PRESENCIA

En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma. Salmo 94:19

El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas… Así fui librado de la boca del león.
2 Timoteo 4:17

Su presencia


En nuestra vida los vínculos más estrechos pueden romperse. La distancia aleja, el tiempo separa y la muerte hace derramar lágrimas. Pero hay un Amigo que viene a decirle: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5).

Cristiano afligido que llora porque su felicidad se cambió en tristeza, escuche este mensaje divino. Su tesoro desapareció, pero Cristo, quien se lo había dado, permanece. Abandónese a él; piense en aquel que quiere estar a su lado, quien no le fallará jamás. Cuando salga el primer rayo de luz, él estará cerca de usted, y cuando la noche le rodee, seguirá a su lado. Cuando no le venga el sueño y las imágenes de aquellos que lo dejaron le vuelvan a la mente, él, el buen Pastor, estará a la vera de su cama y le murmurará al oído: “No temas, porque yo estoy contigo” (Isaías 43:5).

Esa es la visita del Amigo fiel, visita que quiere alargar hasta su pronta venida para llevarlo a su perfecta felicidad. Jesús llora con usted así como lo hizo en otro tiempo con las hermanas de Betania que pasaban por momentos de duelo (Juan 11:35). Él conoce su tristeza y simpatiza con ella, al mismo tiempo que le enseña a conocerle mejor, a confiar en él. Él le dice: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).

¿Por qué no le diría hoy: “Tus consolaciones alegraban mi alma”?

Lectura: Ezequiel 9 – Hechos 19:1-22 – Salmos 33:1-9 – Proverbios 11:17-18

REFERENCIA MORAL


Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala. Eclesiastés 12:14

Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! Isaías 5:20

Referencia moral

Mucha gente toma sus decisiones en función de sus sentimientos o de su opinión: «Me siento bien cuando hago eso», o «eso me hace sentir bien, me parece que es correcto». No se dan cuenta de que actuando así niegan la utilidad de una ley moral que los supera.

Cuando un compromiso moral simplemente tiene como base el estímulo personal, se vuelve muy precario, pues los sentimientos cambian y a veces son contradictorios. Si ya no hay ninguna referencia moral, si lo que está bien para uno no lo está para otro, no hay justicia posible. Entonces se impone la ley del más fuerte, del más rico, del mejor defendido o de la mayoría.

La Biblia nos revela la existencia de leyes morales, así como existen las leyes físicas. Estas leyes trascienden las épocas y las culturas, porque Dios es el autor, y es a él a quien debemos dar cuenta de la manera en que las hayamos respetado (Romanos 2:14-16).

La Palabra de Dios muestra a cada uno el camino de la rectitud y nos induce a andar por él. Nos revela aún más: Dios es “Justo y Salvador”. Si bien tiene que atestiguar que todos pecaron, también declara: “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:21-22). Solamente la confianza en el Dios Salvador y el temor a ofenderle puede preservarnos de ceder ante el pecado y hacer que busquemos lo que es justo ante él.

Lectura: Ezequiel 8 – Hechos 18 – Salmos 32: 8-11 – Proverbios 11:15-16

¡ÁNIMO PARA TESTIFICAR DEL SEÑOR!


Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
1 Corintios 15:58

No temas, sino habla, y no calles.
Hechos 18:9


¡Ánimo para testificar del Señor!

Debido al trabajo tuvimos que ir a vivir a otra región. Hasta entonces las escasas ocasiones que habíamos tenido de hablar de nuestra fe en ese lugar habían dado muy pocos resultados. Eso nos desanimaba y nos quitaba el deseo de seguir testificando. Sin embargo, decidimos hacer una última visita a Juan y Daniela para despedirnos de ellos, con la esperanza de hablarles del Señor Jesús. Los llamé por teléfono, sin gran convicción. Me respondió Daniela. Le dije que nos gustaría verlos antes de mudarnos. «Claro que sí, respondió ella, vengan en cuanto puedan; el sábado, si pueden». Colgué el teléfono y dije en voz alta: «Es sorprendente, parecía como si nos estuviese esperando».

Así que el sábado nos fuimos a casa de nuestros amigos. Hablamos de algunas trivialidades, pero muy rápido Daniela nos explicó: «Desde hace algún tiempo pedía a Dios que nos enviase a alguien que nos hablase de la Biblia. ¡Cuando usted llamó comprendí que me lo enviaba a usted!». ¡Qué gozo poder compartir nuestra fe! El Señor había escuchado las oraciones de Daniela, pero al mismo tiempo al conocer nuestra tristeza quiso animarnos, demostrándonos que usaba nuestro testimonio.

A cada paso hay que caminar por fe, gozoso de servirle y confiando en él en cuanto a los resultados, esperando a que estemos en el cielo, en donde todo será revelado a la luz.

Lectura: Ezequiel 7 – Hechos 17:16-34 – Salmos 32:5-7 – Proverbios 11: 13-14

EL TAMAÑO DE LA FE


Abraham… se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.
Romanos 4:20-21

La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Romanos 10:17


El tamaño de la fe (Mateo 8:5-13)

A veces oímos decir de una persona: «¡Tiene una fe muy grande!», del mismo modo que diríamos: «Es muy inteligente». ¿Esto significa que nuestra fe estaría ligada a nuestras capacidades? ¡Por supuesto que no! La fe no es una especie de energía espiritual que está en nosotros, ni una fuerza del alma por medio de la cual hacemos algo.

No, la fe es una humilde confianza en un Dios a quien conocemos. Sabemos que Él es Poderoso para cumplir lo que prometió. Si hacemos algo por fe es porque confiamos en él.

La fe cristiana se apoya en Dios. Por ello es primordial conocer sus promesas. Nuestra fe crece en relación con nuestro conocimiento de Aquel a quien la Biblia revela, por lo tanto hay que leerla y meditarla. Eso requiere que nuestro corazón se comprometa a hacer la voluntad de Dios. Y el Espíritu Santo nos da la inteligencia necesaria para comprender los pensamientos de Dios y captar la enseñanza de Jesús.

A veces nos parece difícil creer, porque a menudo nuestros pensamientos naturales son opuestos a los de Dios. Pasamos por momentos de duda, de incertidumbre y de incomprensión de la Palabra de Dios, pero no tratemos de averiguar si nuestra capacidad para creer es grande o pequeña; Dios es grande, y no nosotros. Él es digno de nuestra confianza. Jesús dijo: “Tened fe en Dios” (Marcos 11:22).

Lectura: Ezequiel 6 – Hechos 17:1-15 – Salmos 32:1-4 – Proverbios 11:11-12