Te
alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado... ¡cuán
preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡cuán grande es la suma de ellos! Salmos
139:14-17
UN
DIOS ADMIRABLE
¡Cuán maravillosas son las
obras de Dios! La creación me deja sin palabras, pues manifiesta tanto el poder
como la infinita sabiduría de Dios, pero estoy aún más sorprendido y admirado
de que Dios haya amado a una criatura tan rebelde e ingrata como yo. Tengo una
viva esperanza y una firme confianza en Dios, las cuales están basadas en lo
que Él hizo por mí.
En efecto, lleno de
misericordia, Dios me buscó cuando yo no quería saber nada de Él. El hecho de
haberlo ofendido debería hacer que me odiase y me rechazase. Pero sucedió todo
lo contrario: Dios quiso pagar el gran precio para reconciliarme con Él. En
Jesucristo veo a Dios en la condición de hombre, quien sufrió y murió por mí
que soy indigno, para hacerme justo, cosa que no hubiese podido hacer por mí
mismo. Debido al sacrificio de Cristo, ese Dios "misericordioso y
clemente" (salmos 103:8) manifiesta su misericordia a los que amó. La tuvo
conmigo; y ante él mis pretendidos méritos no sirven para nada. Ahora puedo
contar con él como un niño lo hace con su padre. Sé que no es tan sólo el
todopoderoso creador, si no que se interesa y tiene su mirada puesta especial y
continuamente en mí. Sí ¡Dios me ama!
Pero, lector, ¡no
piense por eso que tengo suerte! Dios no hace distinción de personas; pagó el
mismo precio por todos los que amó, y ofrece a cada uno su gracia. ¡También
desea que usted pase a ser su hijo!
EL AMOR DE DIOS POR
SUS HIJOS ES TAN GRANDE, QUE ESCAPA A TODO ENTENDIMIENTO HUMANO.
Lectura: Juan 3