NUESTRA CONCIENCIA ES NUESTRO SEXTO SENTIDO




Aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado.  1 Corintios 4:4

Procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.  Hechos 24:16


Nuestra conciencia es nuestro sexto sentido
Se cuenta que un capataz, al que se le reprochaban defectos de fabricación, respondió lo siguiente: «Mi conciencia no me hace ningún reproche». Esta respuesta no cambió en nada el veredicto del juez, quien le replicó: «¡Su conciencia no está construida como la mía!».

La conciencia es el sentido moral de lo que es justo y de lo que es injusto; constituye una parte de nuestro ser, como la inteligencia y la voluntad. Ella es la voz interior que dice con autoridad: «Esto está bien, y esto está mal». Pero tengamos presente que no es absoluta, y no siempre es fiel. Necesita ser enseñada y guiada por unas reglas, así como el capitán de un navío necesita una brújula (y hoy un GPS) para conducirse en el mar.

Esta brújula es la Biblia, la Palabra de Dios. Ella declara que Dios es santo: “muy limpio eres de ojos para ver el mal” (Habacuc 1:13), y nos muestra lo que Dios considera como pecado. También ofrece el remedio al mal, gracias a la obra de Jesucristo en la cruz. Para los que han sido justificados por medio de la fe en Cristo no hay ninguna condenación (Romanos 8:1).

La conciencia es como un sexto sentido. Apoyado en la Palabra de Dios, el creyente podrá juzgar sanamente y a la luz divina acciones, pensamientos, móviles o motivaciones profundas. ¡Pero cuidado!, alguien dijo: «La conciencia es como un perro guardián, que de tanto ver pasar a las mismas personas, ya no les ladra más».

EL CIELO

El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor. Hechos 7:49

… Así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente. Lucas 15:7

El cielo
Empleamos esta palabra en diferentes sentidos. El cielo evoca, en las declaraciones del meteorólogo, los fenómenos atmosféricos que componen el tiempo de cada día.
El cielo también es el campo de las aeronaves dirigidas por «controladores aéreos». El cielo es igualmente el lugar en donde gravitan el sol, la luna, los planetas y las estrellas. Su grandeza sobrepasa toda imaginación; ésa es la marca del Creador.
Si bien percibimos lo que es visible, también hay otro cielo invisible. Sólo Dios puede hablarnos de él, pues “nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Juan 3:13). Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios hecho hombre, después de su muerte y su resurrección, “fue llevado arriba al cielo” (Lucas 24:51). Jesús lo llamó “la casa de mi padre”, y dijo a sus discípulos: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros… vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3). No nos describe la belleza y la gloria de ese lugar, pues no podríamos imaginárnoslas. Pero lo que sí nos revela es su amor y la seguridad de que los suyos estarán para siempre con él. La presencia de Jesús, visto como el Cordero de Dios inmolado, ahora en el cielo, coronado de gloria y de honor, llenará nuestros corazones de agradecimiento, felicidad y adoración (Apocalipsis 5:1-10).
Para ir a morar a ese cielo invisible Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:6)
Lectura: Ezequiel 20:23-49 – Hechos 26:19-32 – Salmos 37:1-7 – Proverbios12:9-10

LA GRACIA DE DIOS

Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. 2 Corintios 8:9

Misericordioso y clemente es el Señor; lento para la ira, y grande en misericordia. Salmo 103:8

La gracia de Dios
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad”.
Efectivamente, de su plenitud todos nosotros recibimos “gracia sobre gracia”.
“La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:1,14, 16-17).
“La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:11-13).
“Ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis” (1 Pedro 5:12).
“Por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Corintios 15:10).
“Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (2 Pedro 3:18).
Lectura: Ezequiel 20:1-22 – Hechos 26:1-18 – Salmos 36:7-12-Proverbios 12:7-8


ACERCARSE A DIOS


(Dios dijo): Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31:3

Vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Efesios 2:13

Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Santiago 4:8

Acercarse a Dios
Al ver la belleza de la naturaleza, una persona pensará automáticamente en un Ser que está detrás del origen de todas las cosas, en cambio otra pensará que se trata simplemente de sorprendentes coincidencias.

La Biblia declara: “Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Es como un examen de sinceridad. El que se acerca a Dios debe manifestar confianza, no solamente para aceptar la existencia de Dios, tan evidente, sino también para reconocer su bondad y creer que será aceptado. “Cercano está el Señor a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras” (Salmo 145:18). Acercarse a Dios, invocarlo “de veras”, es admitir que él es nuestro Creador y que nosotros somos sus criaturas. Significa que tiene derechos sobre nuestra vida, que tiene una voluntad determinada para nosotros. Dios nos capacita para buscar su voluntad, pues Dios desea darse a conocer a todos por medio de Jesucristo.

Todos hemos aprendido algo de la vida de Jesús, pero para llegar a aceptarlo como Salvador es necesario ir más allá de ese simple conocimiento: hay que aceptar, por la fe, su muerte para borrar nuestras faltas.

Lectura: Ezequiel 19 – Hechos 25 – Salmos 36:1-6 – Proverbios 12:5-6

STOP

Al que aportillare vallado, le morderá la serpiente. Eclesiastés 10:8

Espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios. 1 Samuel 9:27

No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.  Gálatas 6:7

Stop
El código de circulación obliga a los conductores a detenerse cuando se encuentran ante la señal «stop». Además de infringir la ley, saltarse un stop puede ocasionar trágicas consecuencias. Las prohibiciones que hay en la Biblia tienen el mismo valor que esas señales de stop. Sin embargo, hoy en día mucha gente considera que las órdenes terminantes de la Biblia son medidas inútiles, prohibiciones pasadas de moda u obligaciones insoportables.
Imaginemos una gran ciudad en la que se quitasen los semáforos. Apelando a la libertad, todo el mundo pasaría por los cruces como quisiese. ¡Es fácil representarse el enorme caos!
Pero abandonar las buenas costumbres, el asentamiento de la unión libre, la trivialización de lazos contra naturaleza, etc. son stops que se han suprimido paulatinamente. Eso trae tristes consecuencias y acelera la decadencia de nuestra sociedad. Dios establece prohibiciones para el bien de sus criaturas, y si las ignoramos sufriremos las consecuencias. Él actúa como a menudo lo hacen los padres con sus hijos, por su seguridad, por amor. Dios nos ama mucho más y nos lo demuestra de diversas formas. Su Palabra contiene algunas prohibiciones, pero también contiene inmensas riquezas reveladas en Jesús: la gracia que salva al pecador, que le da la vida y luego le enseña cómo vivir.
Lectura: Ezequiel 18 – Hechos 24 – Salmos 35:22-28 – Proverbios 12.3-4

¡ES INJUSTO!


No me des pobreza ni riquezas… No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es el Señor? O que siendo pobre, hurte y blasfeme el nombre de mi Dios.
«¡Es injusto!»
Podríamos indignarnos, al igual que a menudo hacen los niños, ante la injusticia que devasta a la humanidad y que nos hace sufrir a todos. A veces algunos se atreven a hacer la insolente pregunta: ¿Es culpa del hombre o culpa de Dios? Al decir que la culpa es de Dios, queremos deshacernos de toda responsabilidad, pero si respondemos que el hombre es el culpable, aceptamos que somos nosotros los injustos.

La Biblia nos dice de forma tajante: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Dios creó al hombre libre, y no como un robot, pero el hombre ha utilizado esta libertad para hacer lo que le place y rechazar la autoridad de Dios. Por lo tanto ahora se halla separado de su Creador; está bajo la esclavitud del padre de mentira, es decir, de Satanás, en oposición total a toda aspiración al bien y a la justicia. De ahí se desprende nuestra incapacidad para administrar nuestra vida en el buen sentido. Esto genera la injusticia, de la que nos hemos vuelto a la vez actores y testigos horrorizados. Pero la Biblia no se mantiene en esa trágica constatación, sino que nos presenta en la persona de Jesucristo el único medio para ser liberado. Él es Dios hecho hombre, que vivió de forma totalmente justa y murió en nuestro lugar. Como nos amaba, aceptó sufrir el juicio que nosotros merecíamos. ¡Ahora nos ofrece su propia justicia y una vida nueva!

¿Ven a Cristo Jesús?
Lectura: Ezequiel 17 – Hechos 23: 12-35 – Salmos 35:15-21 – Proverbios 12:1-2

LA ENTRADA GRATUITA

Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.  Hechos 8:20

Así dice el Señor:… sin dinero seréis rescatados.  Isaías 52:3


Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8

La entrada gratuita
Nuestra sociedad parece estar gobernada por el dinero, lo cual contribuye a aumentar las desigualdades de forma cruel. Pero, en un mundo donde todo se compra, Dios ofrece gratuitamente el agua de la vida (Apocalipsis 22:17). Junto a él, en ese país a donde quiere llevarnos, no hay circulación monetaria. Es un lugar donde disfrutaremos de una felicidad perfecta y eterna. La entrada es gratuita, pues Dios no es un comerciante: él da, pero no vende. “¿Hará él estima de tus riquezas, del oro, o de todas las fuerzas del poder?” (Job 36:19).

Pero Dios tiene sus exigencias: él da libre entrada en el cielo a los que son salvos por la obra de Cristo. Mas nosotros, pecadores como somos, ¿Podremos entrar en el cielo? ¿No debemos temer ser rechazados? ¡No! Si hemos reconocido nuestra culpabilidad y creído en el sacrificio de Cristo, sabemos que alguien pagó en nuestro lugar. Jesús expió nuestros pecados mediante su sacrificio. Fuimos “rescatados… no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1:18-19). “Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hebreos 10:10). “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…
Lectura: Ezequiel 16:35-63 – Hechos 22:22-23:11 – Salmos 35:9-14 – Proverbios11:31

DIOS AMA LA VERDAD EN LO INTIMO

He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo.
Salmo 51:6

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Ezequiel 36:26

Dios ama la verdad en lo íntimo
El ser interior, que corresponde al “corazón” del ser humano, creado por Dios para estar en relación con él, se corrompió por el pecado. “De dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios” (Marcos 7:21). ¿Acaso los hechos no lo demuestran? Cada día los medios de comunicación nos muestran, como si fuese necesario, la maldad innata al ser humano.
Dios ama la verdad en lo íntimo y quiere que estemos de acuerdo con él cuando dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).
Entonces, si aceptamos lo que Dios declara en la Biblia (la cual está a nuestra disposición para que comprendamos más exactamente su pensamiento), la luz divina nos ilumina y la Palabra de verdad cumple en nosotros una obra de gracia: el nuevo nacimiento (Juan 3:1-21; 1 Pedro 1:3). Se forma un nuevo ser interior. “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18). Entonces el creyente no debe “vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios” (1 Pedro 4:2), el Espíritu Santo, viene al corazón del creyente a mantener con vida esta nueva naturaleza.
Lectura: Ezequiel 16: 1-34 – Hechos 21: 37-22:21 – Salmos 35:1-8 – Proverbios 11:29-30

UNA PAZ POSIBLE

Cristo Jesús... es nuestra paz. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz.
Efesios 2:13-14, 17

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5:1


Una paz posible

Los políticos y dirigentes que aspiran a una pacificación mundial hablan mucho de paz y trabajan activamente para conseguirla. Sin embargo, los conflictos se duplican en muchas regiones del mundo. De forma global, la situación del mundo se deteriora. El mundo es el conjunto de hombres, mujeres y niños que viven en él. La verdadera causa de esta situación alarmante se halla en el corazón incurable del ser humano.
Sin embargo, en medio de este contexto sombrío y triste subsiste un rayo de luz y de real alegría. Cada uno puede sentir en su interior esta paz, ausente hoy en el mundo. Jesús nos la ofrece: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27). La paz que Jesús da es primeramente la paz con Dios. Nuestras iniquidades y pecados habían hecho una separación entre Dios y nosotros (Isaías 59:2); y por nosotros mismos no podíamos hacer nada. Pero Jesús hizo “la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20), de modo que sólo nos queda aceptarla con fe, a fin de beneficiarnos de ella. De esta paz también se desprende la seguridad, para el creyente, de que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28).
La paz que Dios ofrece no descansa en la capacidad del hombre, sino en el amor invariable de Jesús.
Lectura: Ezequiel 13 – Hechos 21 – Salmos 34:7-14 –Proverbios 11:25-26

¡EXISTEN TANTOS SUFRIMIENTOS Y FRACASOS!


Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.  Hageo 1:6

Venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma.
Isaías 55:3

¡Existen tantos sufrimientos y fracasos!

Muchas personas sufren distintos males, y buscan cómo ser aliviadas. Piden ayuda en su propia familia, consejo a los amigos, a los psicólogos, huyen de la realidad encerrándose en una actividad profesional, incluso asisten a diferentes congregaciones… ¡Pero no sirve de nada!

Ahora bien, hace 2.500 años el profeta Hageo describió esta situación (versículo del día) y añadió: “¿Por qué?, dice el Señor…”. Sin embargo, a los que le escuchan, Dios les dice: “Yo estoy con vosotros” (Hageo 1:9-13). Esas palabras siguen siendo actuales.

Usted que ve que su matrimonio se desintegra, que su situación se deteriora, que sus amigos lo rechazan… Usted que ha perdido toda esperanza, ¡Escuche! Para ver un cambio positivo y duradero en nuestra vida, ¡Primero hay que reconocer que hemos dejado a Dios de lado! Rehusamos escuchar su Palabra y buscamos nuestros propios intereses.

Luego debemos aceptar la mano que nos tiende a través de su Hijo Jesucristo, quien vino para ofrecernos el perdón divino y un sólido fundamento para nuestras vidas. Una vida en la que Dios no tiene la prioridad tarde o temprano está condenada al fracaso. ¡Apresúrese a volverse a Dios y a darle el lugar que le corresponde! ¡Ya verá como la esperanza renacerá!


Lectura: Ezequiel 12 – Hechos 20:17-38 – Salmos 34:1-6 – Proverbios 11:23-24

UN LIBRO DIFERENTE A LOS DEMÁS


Este libro… de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Josué 1:8

Un libro diferente a los demás

Para muchos la Biblia es considerada como un libro cualquiera, y si a veces se reconoce su valor, será colocada, en el mejor de los casos, al mismo nivel que las grandes obras de literatura o de filosofía. Sin embargo, en la Biblia hay múltiples declaraciones especiales desde sus primeras líneas. Ella enumera, con una autoridad, exactitud y oportunidad divinas, las acciones creadoras del Dios único, soberano, infinitamente poderoso y maravillosamente grande. Sí, es especial y mucho más que eso: es única, porque muestra lo que hay en el corazón del hombre.

Permítame que le cuente qué es lo que más me llama la atención en la Biblia: Ese Dios que creó todo descendió un día a la tierra en la persona de Jesucristo. Jesús “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38). Los que lo escuchaban “estaban maravillados de las palabras de gracia” que pronunciaba (Lucas 4:22); y aún más: se dejó clavar en una cruz como un malhechor.

¿Por qué lo hizo? Porque nos amaba. Sin su muerte no tendríamos acceso al cielo, a la presencia de Dios, porque aún estaríamos en nuestros pecados.
No diga que la Biblia es un libro cualquiera, o sencillamente especial. No siga diciendo que no ha sido escrita para usted. ¡Atrévase a leer, oír y escuchar lo que Dios le dice personalmente!

Lectura: Ezequiel 11 – Hechos 20:1-16 – Salmos 33:16-22 – Proverbios 11: 21-22

LA BIBLIA EXPUESTA



La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Romanos 10:17

La Biblia expuesta

Al convertirse, una anciana analfabeta recibió muy gozosa una Biblia. Vivía en un pueblecito y su mayor deseo era que sus familiares y vecinos fuesen salvos mediante la fe en Jesús. Entonces se le ocurrió la idea de abrir su Biblia y colocarla encima de una mesita en frente de la puerta de su casa, para que todos los que la visitaban tuviesen por lo menos la oportunidad de leer unos versículos. La anciana oraba por todos los que pasaban, pero en especial por su marido, que era muy idólatra.

Un día, al regresar del campo, la anciana vio que la Biblia había desaparecido. Continuó orando por los que hasta ahí la habían leído, pero sobre todo por el que la había robado. Su marido, que siempre se burlaba de ella y de la Biblia, se alegró de que se la hubiesen robado.

Años después el hombre enfermó gravemente, pero días antes de morir reconoció que la Biblia era la Palabra de Dios para salvación de todos los pecadores. Se dio cuenta de que la fe que había depositado en sus falsos dioses no le daba ninguna esperanza de ser salvo. Entonces, convencido de su estado de perdición, pidió a su mujer que invitara a algunos creyentes a acudir a su lecho de muerte para que le hablasen de Jesús. Ellos con gozo fueron testigos de su conversión a Cristo. Algunos días después de haber aceptado al Señor como su salvador, se fue a la presencia del Señor.

En su viudez, la anciana volvió a exponer una Biblia en la humilde mesita, convencida de que su marido había llegado a ser salvo por haber leído y escuchado la Palabra de Dios.

Lectura: Ezequiel 10 – Hechos 19:23-41 – Salmos 33:10-15 – Proverbios: 19-20

SU PRESENCIA

En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma. Salmo 94:19

El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas… Así fui librado de la boca del león.
2 Timoteo 4:17

Su presencia


En nuestra vida los vínculos más estrechos pueden romperse. La distancia aleja, el tiempo separa y la muerte hace derramar lágrimas. Pero hay un Amigo que viene a decirle: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5).

Cristiano afligido que llora porque su felicidad se cambió en tristeza, escuche este mensaje divino. Su tesoro desapareció, pero Cristo, quien se lo había dado, permanece. Abandónese a él; piense en aquel que quiere estar a su lado, quien no le fallará jamás. Cuando salga el primer rayo de luz, él estará cerca de usted, y cuando la noche le rodee, seguirá a su lado. Cuando no le venga el sueño y las imágenes de aquellos que lo dejaron le vuelvan a la mente, él, el buen Pastor, estará a la vera de su cama y le murmurará al oído: “No temas, porque yo estoy contigo” (Isaías 43:5).

Esa es la visita del Amigo fiel, visita que quiere alargar hasta su pronta venida para llevarlo a su perfecta felicidad. Jesús llora con usted así como lo hizo en otro tiempo con las hermanas de Betania que pasaban por momentos de duelo (Juan 11:35). Él conoce su tristeza y simpatiza con ella, al mismo tiempo que le enseña a conocerle mejor, a confiar en él. Él le dice: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).

¿Por qué no le diría hoy: “Tus consolaciones alegraban mi alma”?

Lectura: Ezequiel 9 – Hechos 19:1-22 – Salmos 33:1-9 – Proverbios 11:17-18

REFERENCIA MORAL


Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala. Eclesiastés 12:14

Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! Isaías 5:20

Referencia moral

Mucha gente toma sus decisiones en función de sus sentimientos o de su opinión: «Me siento bien cuando hago eso», o «eso me hace sentir bien, me parece que es correcto». No se dan cuenta de que actuando así niegan la utilidad de una ley moral que los supera.

Cuando un compromiso moral simplemente tiene como base el estímulo personal, se vuelve muy precario, pues los sentimientos cambian y a veces son contradictorios. Si ya no hay ninguna referencia moral, si lo que está bien para uno no lo está para otro, no hay justicia posible. Entonces se impone la ley del más fuerte, del más rico, del mejor defendido o de la mayoría.

La Biblia nos revela la existencia de leyes morales, así como existen las leyes físicas. Estas leyes trascienden las épocas y las culturas, porque Dios es el autor, y es a él a quien debemos dar cuenta de la manera en que las hayamos respetado (Romanos 2:14-16).

La Palabra de Dios muestra a cada uno el camino de la rectitud y nos induce a andar por él. Nos revela aún más: Dios es “Justo y Salvador”. Si bien tiene que atestiguar que todos pecaron, también declara: “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:21-22). Solamente la confianza en el Dios Salvador y el temor a ofenderle puede preservarnos de ceder ante el pecado y hacer que busquemos lo que es justo ante él.

Lectura: Ezequiel 8 – Hechos 18 – Salmos 32: 8-11 – Proverbios 11:15-16

¡ÁNIMO PARA TESTIFICAR DEL SEÑOR!


Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
1 Corintios 15:58

No temas, sino habla, y no calles.
Hechos 18:9


¡Ánimo para testificar del Señor!

Debido al trabajo tuvimos que ir a vivir a otra región. Hasta entonces las escasas ocasiones que habíamos tenido de hablar de nuestra fe en ese lugar habían dado muy pocos resultados. Eso nos desanimaba y nos quitaba el deseo de seguir testificando. Sin embargo, decidimos hacer una última visita a Juan y Daniela para despedirnos de ellos, con la esperanza de hablarles del Señor Jesús. Los llamé por teléfono, sin gran convicción. Me respondió Daniela. Le dije que nos gustaría verlos antes de mudarnos. «Claro que sí, respondió ella, vengan en cuanto puedan; el sábado, si pueden». Colgué el teléfono y dije en voz alta: «Es sorprendente, parecía como si nos estuviese esperando».

Así que el sábado nos fuimos a casa de nuestros amigos. Hablamos de algunas trivialidades, pero muy rápido Daniela nos explicó: «Desde hace algún tiempo pedía a Dios que nos enviase a alguien que nos hablase de la Biblia. ¡Cuando usted llamó comprendí que me lo enviaba a usted!». ¡Qué gozo poder compartir nuestra fe! El Señor había escuchado las oraciones de Daniela, pero al mismo tiempo al conocer nuestra tristeza quiso animarnos, demostrándonos que usaba nuestro testimonio.

A cada paso hay que caminar por fe, gozoso de servirle y confiando en él en cuanto a los resultados, esperando a que estemos en el cielo, en donde todo será revelado a la luz.

Lectura: Ezequiel 7 – Hechos 17:16-34 – Salmos 32:5-7 – Proverbios 11: 13-14

EL TAMAÑO DE LA FE


Abraham… se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.
Romanos 4:20-21

La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Romanos 10:17


El tamaño de la fe (Mateo 8:5-13)

A veces oímos decir de una persona: «¡Tiene una fe muy grande!», del mismo modo que diríamos: «Es muy inteligente». ¿Esto significa que nuestra fe estaría ligada a nuestras capacidades? ¡Por supuesto que no! La fe no es una especie de energía espiritual que está en nosotros, ni una fuerza del alma por medio de la cual hacemos algo.

No, la fe es una humilde confianza en un Dios a quien conocemos. Sabemos que Él es Poderoso para cumplir lo que prometió. Si hacemos algo por fe es porque confiamos en él.

La fe cristiana se apoya en Dios. Por ello es primordial conocer sus promesas. Nuestra fe crece en relación con nuestro conocimiento de Aquel a quien la Biblia revela, por lo tanto hay que leerla y meditarla. Eso requiere que nuestro corazón se comprometa a hacer la voluntad de Dios. Y el Espíritu Santo nos da la inteligencia necesaria para comprender los pensamientos de Dios y captar la enseñanza de Jesús.

A veces nos parece difícil creer, porque a menudo nuestros pensamientos naturales son opuestos a los de Dios. Pasamos por momentos de duda, de incertidumbre y de incomprensión de la Palabra de Dios, pero no tratemos de averiguar si nuestra capacidad para creer es grande o pequeña; Dios es grande, y no nosotros. Él es digno de nuestra confianza. Jesús dijo: “Tened fe en Dios” (Marcos 11:22).

Lectura: Ezequiel 6 – Hechos 17:1-15 – Salmos 32:1-4 – Proverbios 11:11-12

LA ESCALA DE RICHTER


Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo?
Salmo 11:3

El Dios de toda gracia… él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. 1 Pedro 5:10

La escala de Richter

La escala de Richter mide la intensidad de los terremotos. Si existiese un instrumento para medir lo que hoy en día sacude las bases morales por ejemplo de un hogar, detectaríamos muchos cataclismos. Todo lo que parecía estable es puesto en duda. Nuestro mundo está lleno de violencia, de falsedad. “Temblará la tierra como un ebrio” (Isaías 24:20).

Pero, ¿Qué puede hacer un creyente en un mundo así? No gran cosa. Sin embargo, puede seguir confiando en Dios y vivir en rectitud, absteniéndose del mal, ¡Y eso es un punto importante! No podemos cambiar el mundo, pero debemos resistir al mal en nuestra vida. Esta forma de vivir, aunque sea discreta, puede ejercer una gran influencia a nuestro alrededor.

La Biblia nos advierte que en el mundo el mal aumentará en intensidad antes de que Cristo vuelva por Segunda vez en poder y gloria. Por lo tanto nosotros, los creyentes, no nos asustemos si vemos aumentar la inmoralidad y la violencia. Nuestra presencia en el mundo no será inútil si somos testigos de Cristo, el Príncipe de paz. Él da la paz a todo el que confía en él, la paz de la conciencia y del corazón, incluso en los momentos más difíciles. La Biblia dice: “Absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1 Tesalonicenses 5:22-24).
Lectura: Ezequiel 5 – Hechos 16: 11-40 – Salmos 31:21-24 – Proverbios 11:9-10

Los diez mandamientos: ¿Bajo la ley o bajo la gracia?



Por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
Romanos 3:20


El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo.
Gálatas 2:16

Los diez mandamientos: ¿Bajo la ley o bajo la gracia?

Dios proponía al hombre, si obedecía los diez mandamientos de la ley, un mundo sin crímenes, sin guerras, sin terrorismo, sin robos, sin corrupción; un mundo en donde triunfase la paz, la justicia, el amor… ¡Un mundo ideal! Pero, ¿Qué sucede? Cada uno vive para sí mismo sin renunciar a ningún placer, se rebela contra la autoridad, con todas las consecuencias que esto acarrea en el ámbito familiar, social y del mundo en general. ¿Por qué? Porque el hombre, incluso teniendo las mejores intenciones, no puede cumplir la ley de Dios. ¿Y por qué no puede? Por el pecado que nos separa de Dios. La ley revela las exigencias de Dios y condena las transgresiones de esas exigencias por parte de los hombres (Gálatas 3:10).

Pero Dios no nos dejó en esa situación desesperante, sino que dio una salida: refugiarnos, por la fe, en Jesucristo nuestro Salvador. Él llevó la maldición que tenía que ver con esta ley que condena al hombre. El que pertenece a Cristo tiene el privilegio de estar, no bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6:14); a partir de entonces puede cumplir libre y alegremente, por medio de la ayuda del Espíritu Santo, lo que la ley ordenaba (Romanos 8:2-4; Gálatas 2:19-20), e incluso, por amor, ir más allá. Esta ley no solamente está grabada en tablas de piedra o escrita en un libro, sino que está en el corazón del creyente (Hebreos 8:10).
Lectura: Ezequiel 4 –Hechos 15:36-16:10 – Salmos 31:14-20 – Proverbios 11:7-8

10° mandamiento: No Codiciarás

No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Éxodo 20:17

Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
Gálatas 5:16

10° mandamiento: No codiciarás

La palabra codiciar significa: «Desear con ansia las riquezas u otras cosas». La publicidad explota cada vez más las tendencias menos nobles del hombre, tales como la codicia, para promover la venta de artículos o servicios. Algunas imágenes impactantes despiertan en nosotros un gran deseo de posesión y nos incitan a hacer cualquier cosa para satisfacerlo.

Sin embargo Dios, que conoce perfectamente el corazón humano, dice explícitamente en su ley: “No codiciarás”. Dicho de otra manera, «no cultivarás ese sentimiento de insatisfacción que te lleva a querer siempre lo que no tienes», cuyas consecuencias son la búsqueda de un materialismo desenfrenado, así como también la incitación a cometer acciones graves como el robo o el adulterio.

El cristiano también corre el peligro de ceder a la codicia. “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (Romanos 6:12). No codiciar es una lucha que empieza en los pensamientos. ¿Qué es lo que busco? ¿Lecturas, películas, emisiones televisivas, compañías que fomentan la codicia? ¡Velemos! El cristiano posee dos armas para resistir: la lectura asidua de la Biblia y la oración. Cuando la tentación se acerque, huyamos, desviemos nuestra mirada a fin de “alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

Lectura: Ezequiel 3 – Hechos 15:1-35 – Salmos 31:9-13 – Proverbios 11:5-6